Muchas veces, al ver la cuantiosa cantidad de dinero que se destina a pagar los impuestos cada año, uno se escandaliza. No se puede entender por qué los impuestos son tan elevados ni se encuentran razones aparentes que los justifiquen. El porcentaje de nuestros salarios que se va en esto es inmenso, y para algunos representa una suma importante que podría “aprovecharse en cosas más útiles”.
Pero pasada la molestia inicial con, digamos… una cerveza, o un buen rato jugando en un casino online, uno razona fríamente y se da cuenta de que no es un gasto superfluo y mucho menos injusto.
El destino de los Impuestos en Europa
En muchos países de Europa la atención médica es gratuita y con una calidad que nada tiene que envidiarle al sistema de salud privado. La educación, muchas veces entre las más reconocidas a nivel mundial, es accesible para todo el mundo y a cualquier nivel sin necesidad de pagar inscripciones ni matrículas. La alimentación en las escuelas es gratuita, así como el transporte para las personas más desfavorecidas. Las indemnizaciones por desempleo permiten a millones de personas vivir dignamente a la espera de su reincorporación al mercado del trabajo.
Estas enormes ventajas que nos convierten en países privilegiados se las debemos a los impuestos de los que tanto nos quejamos. Y la lista de beneficios del pago de impuestos va mucho más allá: ayudas al pago de alquileres a las personas necesitadas, gratuidad de servicios culturales, créditos y ayudas para la compra de propiedades y bienes materiales, construcción y mantenimiento de infraestructuras, alojamiento y manutención de la personas en situación de pobreza extrema, inversión en investigación, desarrollo y salud, jubilaciones.
Ayuda a otros países en regiones más necesitadas
Gracias a nuestros impuestos podemos incluso ayudar a aquellos pueblos que se encuentran en situaciones críticas a resolver coyunturas económicas y sociales. La solidaridad y el bienestar social bien valen ciertos sacrificios económicos, que al fin y al cabo, no arruinan a nadie ni empobrecen a los que más tienen. Es una cuestión de inversión: se dedica parte del patrimonio a mantener la estabilidad social y a ayudarse mutuamente en las buenas y en las malas.
Por todo esto y mucho más, antes de quejarnos a la hora de pagar esas sumas tan elevadas de dinero, pensemos en el bien que se obtiene por ello y, sobre todo, pensemos en todas esas personas a las que logramos ayudar con nuestra contribución. Si tenemos esto en mente, pagaremos nuestros impuestos casi con placer.